martes, 8 de abril de 2008

Atención, anda suelto un virus peligrosísimo...

...que al ser adquirido borra completamente la veracidad de palabra y capacidad de compromiso de los afectados. El virus en cuestión tiene millones de nombres, porque se apropia de la identidad de su huésped para hacer canalladas y quitarle el respeto de sus congéneres. Se transmite de boca en boca, por el aire, el agua, los vecinos, las noticias. Se manifiesta primero con síntomas de estrés y desaliento ante "lo mal que están las cosas", después con el irrefrenable impulso de repartir culpas sobre hombros ajenos y culmina con una enfermedad nacional, azote de Latinoamérica y muchas otras partes del mundo. No se conoce modo alguno de prevención pero sí una cura que lo extermina antes que tenga oportunidad de manifestarse: Voluntad. La suficiente para identificarlo y echarlo fuera inmediatamente en consideración a uno mismo y al resto de seres humanos.

De esto conozco varios casos, algunos ya terminales, pero para el propósito de este blog, voy a hablarles de uno que conocí en la Floresta, cerca del famoso Redondel (que hasta ahora no le conozco nombre, todos le dicen “el redondel” nomás).
Sobre la calle Madrid hay un bazar que tiene un poco de todo: papelería, ropa, juguetes, audífonos, etc. En este sitio fuimos a averiguar por un departamento que nos habían recomendado. El sitio era pequeño pero tenía su encanto. Sobre todo el arriendo era más barato y al fin podríamos comer XDDD
Llegamos a un acuerdo con la señora (que si mal no recuerdo se llama Susana) y durante tres semanas visitamos regularmente el sitio, esperando a que las reparaciones estuvieran terminadas. Siempre íbamos primero donde ella, después al departamento y luego otra vez donde ella para hablar sobre los progresos del sitio. Por fin un día todo estuvo listo y fijamos oficialmente el próximo fin de semana para comenzar la mudanza.
Llegado el sábado, nos aparecimos por el bazar para entregarle a la mujer el dinero que habíamos reunido (correspondiente a la garantía y el primer mes), pero cuando estuvimos ahí primero no supo qué decirnos y luego acabó por contarnos que el sobrino de su esposo había llegado de provincia y, como no tenían dónde ponerlo a vivir, lo habían instalado en nuestro departamento.
Para terminar, con gran parsimonia y sin cambiar de cara, la ‘ñora Susana nos confortó con la siguiente frase: “ya ve usted, así se dan las cosas”.

Qué se puede decir de esto, por lo menos nos salió con su domingo siete antes de mudarnos por completo, la ‘ñora. Lástima que ya hayamos tenido todo listo para la mudanza, el carro contratado (y en semana santa), la economía fracturada, y nuestro dueño de casa ya avisado de que salíamos y buscando nuevos inquilinos.

¿La verdad? Nos enteramos después que tal sobrino no existía, que el sitio había sido alquilado a un estudiante de la Poli que probablemente ofreció pagar más.
En honor a la ‘ñora les pongo la foto que tomé del frente del bazar. Si pasan por ahí ya se la saben: mejor no confiar en lo que les vaya a decir y mucho menos querer arrendarle nada.

Qué pena que los únicos casos notorios de este virus sean los que no ofrecieron la menor resistencia y andan por ahí nomás, infectando al resto de gente.