Llegamos a un acuerdo con la señora (que si mal no recuerdo se llama Susana) y durante tres semanas visitamos regularmente el sitio, esperando a que las reparaciones estuvieran terminadas. Siempre íbamos primero donde ella, después al departamento y luego otra vez donde ella para hablar sobre los progresos del sitio. Por fin un día todo estuvo listo y fijamos oficialmente el próximo fin de semana para comenzar la mudanza.
Llegado el sábado, nos aparecimos por el bazar para entregarle a la mujer el dinero que habíamos reunido (correspondiente a la garantía y el primer mes), pero cuando estuvimos ahí primero no supo qué decirnos y luego acabó por contarnos que el sobrino de su esposo había llegado de provincia y, como no tenían dónde ponerlo a vivir, lo habían instalado en nuestro departamento.
Para terminar, con gran parsimonia y sin cambiar de cara, la ‘ñora Susana nos confortó con la siguiente frase: “ya ve usted, así se dan las cosas”.
En honor a la ‘ñora les pongo la foto que tomé del frente del bazar. Si pasan por ahí ya se la saben: mejor no confiar en lo que les vaya a decir y mucho menos querer arrendarle nada.